Raul del Pozo
Aprendió pronto a vigilar los focos para resaltar sus pómulos. Me lo cuenta Raúl Cancio: «Controlaba la luces mejor que yo. Decía: no me des el flash derecho; rebota en el techo, que es muy blanco». Mujer-mujer, adorada por las reinonas. Ya está en el cielo con Gary Cooper, con el que trabajó en Veracruz. «Es mentira -me cuenta la gran Lita Trujillo- que cobrara un millón de dólares en Hollywood como la Taylor en Cleopatra. Pasó pronto su belleza nativa». Ava Gardner fletó un avión para ir a verla en El Patio de México, la homenajeóCarrillo en Bucarest, en ocasión de una gira triunfal por el Este, donde triunfaba su voz afelpada y cremosa. No tenía ruiseñores en la garganta, pero su voz era carnal. Cuando le otorgaron la Medalla de Castilla-La Mancha les dio la bronca a Bono yBarreda por habérsela dado tan tarde. «Pensé que me la ibais a meter en la caja». La conocí en los 60 en Oliver. No era de esas actrices que se tiraban a pobres; se enrolló con reyes y premios Nobel, quizá con León Felipe y con Rafael Alberti. Nadie ha llegado nunca a saber de qué está hecha una estrella, escribe Juan Pando.William R. Hearst, ciudadano Kane, puso su imperio al servicio de su amante Marion Davies y el hombre que logró desencadenar una guerra fracasó en su intento. Una estrella es un monstruo creado por otro monstruo imprevisible llamado público, un magnetismo que llena el cine sólo con su nombre. Cuenta Antonio el Bailarín que comió con Mann en la casa del príncipe Waszynskicuando iban a rodar El Cid. Le ofrecieron a Sara el papel de Sofía Loren. El director le dijo a El Bailarín: «Antonio, fíjate si será bruta mi mujer que no ha aceptado el papel de Doña Jimena porque dice que cantando en sus películas gana mucho más dinero y es más conocida y famosa». Es que no quería ir en los carteles en segundo lugar, después de Charlton Heston, como no le ha gustado ser la segunda en el obituario, después de la Dama de Hierro.
Hija de la viña, la moza más fermosa de La Mancha después de Aldonza Lorenzo, ha muerto. Se fue la violetera, una tormenta de seda sin bata de cola, nacida en Campo de Criptana, donde su antepasado vio 30 molinos recién importados de Flandes. Siempre recordaremos sus ojos de ventera, sus caderas de mora en Locura de amor. El mejor piropo de su vida lo escuchó de Miguel Hernández a los nueve años, una tarde que acompañaba a su madre en el seminario de Orihuela para llevarle comida al poeta. Miguel le preguntó a la madre: «María, esta niña, tu hija, ¿es de verdad?».
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