Faltan tres días de campaña electoral. El próximo domingo, 22 de mayo, los castellano-manchegos estamos llamados a las urnas. La campaña está llegando a su fin. No ha sido la más elegante en Castilla-La Mancha, tampoco la más limpia posible, pero hasta el momento ha transcurrido dentro de la "normalidad" habitual en este tipo de procesos. El tono más agrio y elevado que de costumbre se debe fundamentalmente a que es la primera vez en treinta años que los socialistas ven amenazado realmente su poder territorial en la región ante la presencia de una candidata del PP, María Dolores de Cospedal, que, según casi todas las encuestas, tiene muchas posibilidades de convertirse en la próxima presidenta de la Junta.
Se trata, por tanto, de un proceso electoral de tintes históricos que puede dar un vuelco a un feudo tradicionalmente socialista en el que, además, se presenta la número dos del PP a escala nacional, lo que añade a la batalla castellano-manchega un aliciente añadido de carácter nacional. El actual presidente y candidato del PSOE a la reelección, José María Barreda, parte con la desventaja de las encuestas pero con la clara ventaja de jugar el partido con una ley electoral reformada a su medida. Las espadas están en alto y, aunque los sondeos pronostican una victoria de Cospedal, nada hay definitivo: los votantes castellano-manchegos deciden el domingo
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